11:10 p. m. 21/03/2022
Marcela es una joven de 18 años a quien le gusta estudiar y sueña con ser ingeniera algún día. Sin embargo, un día recibió una sorpresa…
Marcela se graduó del colegio hace un año, pero no cuenta con suficientes recursos económicos para ingresar de manera inmediata a la universidad, ya que los ingresos de sus papás son bajos y tiene un hermano menor con Síndrome de Down que asiste a una institución de educación especial y requiere algunos tratamientos médicos especiales, por lo que Marcela tuvo que buscar un trabajo como cajera en un almacén y decidió tomar una carrera técnica en las noches para no perder el ritmo de estudio y así poder aportar económicamente en su casa.
Todas estas ocupaciones hacen que Marcela tenga que salir muy temprano de su casa para llegar temprano a su trabajo y así poder asistir a sus clases en las noches.
Habitualmente luego de las clases, Marcela sale con sus amigos a coger el bus para regresar a su casa. Pero un día, ellos no la pudieron acompañar como de costumbre, así que tuvo que salir sola a la avenida a esperar su ruta, el camino del instituto hacia la avenida es una zona oscura y poco transitada. De repente, Marcela fue abordada por dos hombres que al principio la persiguieron y luego la acorralaron, ella muy asustada no supo que hacer, no pudo gritar, pensó que la iban a robar, pero desafortunadamente fue agredida sexualmente y luego abandonada en aquel lugar. Marcela confundida, sin tener idea de que reacción o decisión tomar, se fue a su casa, sintiéndose avergonzada, pero no dijo nada de lo ocurrido a sus padres para no preocuparlos.
Marcela se sentía cada vez peor, pero no era capaz de contar lo sucedido a nadie en su familia ni sus amigos y todos pensaban que el silencio de Marcela tenía que ver con el hecho de que trabajaba mucho y tenía muchas tareas del instituto.
Al mes siguiente, Marcela notó con gran preocupación que se sentía más cansada, con náuseas y vómitos en las mañanas, además de que la menstruación no le había llegado desde hacía 15 días. Ella no tenía novio ni había tenido relaciones sexuales con nadie, hasta que recordó lo sucedido aquella noche. Fue cuando Marcela se percató que posiblemente estaba embarazada y se sintió terriblemente triste, porque aunque ella quisiera tener un hijo o una hija en el futuro, no era en este momento ni bajo las circunstancias ocurridas.
Sentía que el mundo se le venía encima y no pudo seguir ocultándolo, así que le contó a su familia que, preocupada y triste, decidió ayudarla. La llevaron de urgencias al servicio de salud de la EPS a la que Marcela estaba afiliada; allí fueron escuchados y orientados respecto a lo que deberían hacer, colocaron la denuncia de lo ocurrido y se enteraron de que para el caso de Marcela, ella tenía derecho a la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Marcela y su familia lo hablaron abierta y tranquilamente, sus padres la acompañaron en todo momento a pesar de que por sus creencias religiosas ellos no estaban de acuerdo con el aborto, pero entendían que las decisiones que tomara Marcela le pertenecían a ella y como familia lo mejor era brindarle el apoyo que Marcela necesitara para superar la difícil situación que estaba viviendo.
Luego de vivir todo el proceso y recibir las asesorías necesarias, Marcela decidió acceder a la interrupción voluntaria de embarazo. Además, su sueño de seguir estudiando y convertirse en ingeniera continúo siendo su principal meta por lo que estaba resuelta a continuar con sus planes, sólo que ahora sería más cuidadosa a la salida del instituto y quería compartir su experiencia con otras mujeres para prevenir las agresiones sexuales y darles a conocer que tienen derecho a la Interrupción voluntaria del embarazo en casos como el suyo.